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RAQUEL HERBÓN

Libro colaborativo. Raquel Herbón (Argentina) creó la imagen y el papel y yo el texto con su respectivo papel y el ensamblaje.





 


 


 

                                                   “DIVINA COMPOSICIÓN”


 


 

          “Divina composición” fue la respuesta fría y amable pero llena de generosidad de Mª Ángeles Jiménez al solicitarle un titular sobre el tema de debate. Esas fueron unas palabras profundas, pero muy sopesadas y meditadas, declarando así su académico punto de vista. Con esta exclamación y con un semblante sosegado y sobrio me interrogaba con su mirada, esperando una salida de tono mía o quizá algún menosprecio por tal análisis. Nunca sabré qué le transmitió mi cara, mi gesto, pues lo escondí inmediatamente para no descubrirme, puesto que sé a ciencia cierta que soy muy expresivo e incapaz de reprimir mis instintos más primitivos.

   “Divina composición” fue el principio de la historia, pues estábamos en clase y estudiando el siglo XX. Además hacía sólo unas horas que había leído ella una reflexión mía sobre “De lo espiritual en el arte” de Kandinsky.

   Con esta sentencia, y desde este punto de vista tan reflexivo comienza un sendero curvilíneo como una espiral, una espiral que se eleva hacia la derecha, es decir, girando en el sentido de las agujas del reloj.  Esta simboliza el sol de invierno que se encoge. También fue usada para invocar al elemento del agua o señalizar fuentes potables y era símbolo de buena suerte ya que representaba el equilibrio, la armonía del sol con la tierra.

   No es casualidad, que pueblos como los celtas representaran las estrellas a modo de espirales alrededor de un mismo núcleo (lo que para ellos era el emplazamiento del cielo), formando una trayectoria espiral en la cual las almas ascendían hacia su vida futura. Es curioso que este símbolo también aparezca en otras culturas como la hindú, los aztecas, mayas, incas…representando diferentes conceptos según la civilización.

   Las espirales son formas muy comunes en el universo, su presencia se percibe desde una trivial cinta enrollada hasta trayectorias de objetos en gigantescos aceleradores de partículas y entornos de agujeros negros. En el ámbito cultural es un icono mágico que trasciende, no sólo lo concreto y conceptual sino la misma imaginación conjugando puntos opuestos como pasado y futuro. La Homotecia es una operación geométrica, que, aunque no tiene relación directa con la espiral, ocupa un lugar común con ella en el arte rupestre donde aplicaciones e implicaciones de las dos se funden.

   Existe una gran variedad de tejidos, urdimbres, cestería, que recurren al enrollado en forma espiral y dan a su vez una infinidad de productos de formas diversas, hermosas y exóticas como sombreros, platos, mesas, jarrones, etc. Incluso en cerámica también se utiliza el proceso de trabajo en espiral para en principio dar forma a vasijas redondas.

   Este principio también se pretende utilizar en habitaciones en la luna, donde sólo hay arena, polvo y roca que se rellena en empaques tubulares y luego se enroscan y finalmente se fijan con alambre.
   Fue frecuentemente usada en las culturas precolombinas, en Belén se caracteriza por sus figuras de serpientes, suris y sapos con cuerpos reticulados o con cruz. Este periodo se produjo en los departamentos Belén y Tinogasta en la provincia Argentina de Catamarca, a lo largo del río Hualfín. Su desarrollo se produce entre el año 1000 y el 1450 en los valles de Abaucán y Hualfín.

    Casualmente, o puede que no tanto, tengo una amiga en  Argentina, se llama Raquel Herbón, ella tiene formación artística y estudió cerámica, esa que sus antepasados decoraban con motivos animales entre otros muchos, pero lo más curioso es que las serpientes pintadas en la alfarería estaban enrolladas sobre sí mismas, como una espiral.

    Una frase, “Divina composición”, esto fue el principio de esta exposición, luego proseguimos con las espirales como símbolo y sus significados, y finalmente hemos hablado sobre la relación  de este elemento con las serpientes y la cerámica de  precolombina Argentina, que es la localización de mi creativa colega.

   Prosigo la historia con las serpientes, esas que pintaron sus antepasados. Los ofidios son uno de los animales que más admiración y rechazo, a la vez, suscita. Desde la antigüedad este reptil se ha relacionado con la capacidad de transmutar los instintos más básicos (sexualidad, materialismo, etc.) en los más sutiles o espirituales. El hecho de que mude de piel se podría interpretar como un nuevo nacimiento, una nueva oportunidad para poder transformar lo negativo en una nueva forma, más saludable (a nivel espiritual)  de entender la vida.

   Mi relación física con ellas se remonta a más de veinticinco años, en aquella época estaba alejado del mundo espiritual del arte, estaba sumido en la vorágine de lo material, mi vida pasaba por importantes cambios económicos, pero había roto con la belleza del arte, y eso siempre me apesadumbraba.

   En uno de mis viajes de trabajo, en una carretera secundaria me encontré una en medio de la carretera, había sido atropellada por algún vehículo. Según me comentaron más tarde, era una culebra de agua y poseía unas grandes dimensiones. Me quedé prendado de su belleza, que seguía conservando aun después de muerta y llevar por fuera sus intestinos.

   La rescaté de su triste destino y me la llevé, tenía la intención de que me curtieran su piel, pues deseaba conservar tan valioso tesoro en mi armario en forma de cinturón.

   Indagué mucho hasta encontrar un lugar donde pudieran hacerme la desagradable labor de quitarle su piel y curtirla. Así fue, ellos me la prepararían, pero antes debía yo de despellejarla y llevarles limpia la cáscara. Con asco, aprensión y la ayuda de un amigo rajamos su vientre, no sin tener alguna que otra arcada, prosiguiendo a quitarle su precioso y escamosos traje.

   Años después me casé y este hermoso trozo de cuero adorna un aparador de cristal que está suspendido sobre dos columnas Corintias, y en el que siempre hay botellas de espirituosos.

   Finalmente la epidermis de este reptil sólo ha servido para absorber las gotas de alcohol que se han depositado durante el paso de los años debido al desatino del barman. Casi metro y medio de animal de formas sinuosas mirada fría y penetrante que espera ser cortado y cosido para embellecer mi voluminosa barriga y así poder aprovechar los litros de alcohol que nunca albergó.

   Este trozo  de piel escamosa hace ya compañía a otra serpiente, a una que está enrollada en espiral, que es uno de los símbolos más antiguos que existen en la cultura celta, y que simboliza el concepto decrecimiento, fuerza vital, expansión y reencarnación que se utilizó como representación del tiempo y del movimiento de las estrellas llegándose a usar incluso en primitivos calendarios. Esta nueva pieza de mi mobiliario, es un libro de artista finamente facturado y al que estoy dando vida en mi relato.

    Papel artesano, sobrio y muy armónico, con una portada seccionada en espiral, para indicarnos el camino a seguir, nos predice un mundo lleno de espiritualidad en su interior, como así se certifica al abrirlo.

     Un gran círculo en movimiento, una gran nebulosa en rotación que nos absorbe hacia el centro. Un maravilloso remolino de luz y color que hace converger toda la energía hacia su interior y a su vez mantiene en equilibrio a miles de centelleantes estrellas.

   Pura energía y amor en una pieza confeccionada por unas maravillosas manos artesanas y limpias, por una persona dotada de una gran sensibilidad y calidad humana.

 


 

       Agradezco la inestimable ayuda de la historiadora y escritora Mª Ángeles Jiménez de Albornoz Carrillo, por la capacidad de abstracción y composición que me ha transmitido y por su participación activa en el proyecto.


 


 


 

                                                           Juan A. Sánchez Hernández Diciembre 2012


 

                                                  

   



 


 

 

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